8 de diciembre de 2008

Ellos no lo sabían, pero me estaban destruyendo. Cada una de sus palabras me mortificaba, haciéndome caer un poco más y día a día me encontraba una y otra vez en el mismo estado. Esas palabras giraban en mi mente constantemente, hundiéndome en un precipicio sin salida. Y yo jamás las olvidaba. Nunca en mi vida las olvidaría. Quizás eran solo bromas, para ellos, pero para mi no, estoy segura de que ellos al instante de pronunciarlas las olvidarían, pero en mi mente siempre permanecerían intactas. En el momento me mostraba indiferente, pero por dentro me carcomían, me desarmaban, me frustraban. Yo sentía que todo el sacrificio era en vano, una parte de mi conocía la realidad, pero mi mente siempre me jugaba en contra, mi problema radicaba en mi mente, había algo que no funcionaba adecuadamente, porque si el problema en mi mente no existiría, esas palabras me resultarían insignificantes, puras tonterías, mentiras, bromas, como en realidad lo eran. Pero yo veía más allá, yo recopilaba esas palabras como puñales que me inducían a continuar autodestruyéndome hasta tocar fondo. ¿Es que no se daban cuenta? ¿Qué debía hacer para que se detuvieran? No lo entendían, nunca lo entenderían. Quizás lo hacían a propósito, para hacerme enojar, pero todo iba mucho mas lejos que un simple enojo momentáneo, ellos eran inconscientes del daño que me estaban provocando. Y yo por dentro sentía que me moría.

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